
Estas margaritas crecieron por si solas pegadas a la valla de la huerta, tal vez procedían de semillas llevadas por el viento o de restos cortados de margaritas de la jardinera. Lo cierto es que durante todo el verano encontraron su hueco, entre el pasillo y el vallado, en tierra de nadie.
Soportaron el verano con exposición a pleno sol y temperaturas muy altas ,regalándonos sus flores, y ahora aguanta las bajas temperaturas como si nada y sigue dándonos flores.

No se ha regado desde que compartía cercanía con el maíz y de eso ya hace muchos meses, pero a la margarita del cabo parece no importarle mucho esta época de sequía, ella sigue regalándonos sus flores durante todas las semanas de invierno.
Suben apoyadas a la valla y su posición detrás del vallado la resguarda de una muerte segura por la motoazada. Tampoco son molestadas por las gallinas ya que no les gusta ni sus flores ni sus hojas.

Alegran la vista en un bancal seco y vacío que espera que llegue la primavera para llenarse de vida.
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margarita del cabo |